Si partimos de la premisa de que la vida para el ser humano es un periplo de momentos y circunstancias imprevisibles nos deberíamos hacer la siguiente pregunta. ¿Podemos dejar en manos del azar y la suerte cualquier situación, tesitura de la vida que nos envuelva y aceche?
La vida es una suerte constante o no en el destino de nuestra existencia ante todo momento o estado en que nos encontremos, pero no podemos marcarnos propósitos a realizar que vengan predeterminados por la casualidad o la suerte sin contar con la razón y la sensatez de nuestros actos.
No hay actividad humana que no vaya condicionada por la aceptación de circunstancias y coyunturas inesperadas e imprevisibles. Aquellas que el destino nos la marca con fortuna o desdicha en el transcurso de nuestra existencia.
Las oportunidades que nos brinda la vida son destinos de azar y casualidad frente a situaciones y actividades que profesamos. Por tal motivo, la sensatez y el sentido común deben de tener la lógica en los planteamientos, la razón en las disposiciones y el juicio en las actuaciones.
No podemos dejar la vida en manos del azar ni el destino que nos acompaña como seres humanos; en el irrealismo alejado de todo planteamiento que no conlleve el sentido común, la sensatez y el criterio como principio ante las determinaciones que tomemos.
Dejar el destino de la vida a la ventura y la estrella que nos guíe es separarse del realismo, aislarse de la lógica y rechazar la inteligencia como fuente de respuesta ante las incógnitas. Toda resolución y situación de respuesta a estados y circunstancias que se nos presenten deben depender de nosotros mismos y no de la fortuna o la casualidad.
No podemos pensar en la fortuna de la suerte para vencer las coyunturas y circunstancias de la vida con sus eventualidades.
Tener principios sensatos, efectivos y objetivos concretos han de ser un principio y una norma de actuación a modo de regla, pauta y método como lógica de razón, juicio y planteamientos a seguir.
Lanzarnos a la suerte del azar es abandonar la cordura del entendimiento como virtud para discernir la realidad de la fantasía.
La vida no es una ficción es una realidad en constante movimiento donde somos actores principales privilegiados. Siendo así, tengamos un compromiso de sensatez con nuestra propia persona.
Una obligación de responsabilidad ante las dificultades, los problemas y las contrariedades que nos surjan. Sin abandonar el deber de responsabilidad para tomar decisiones reales, visibles y tangibles que sean ajenas a la suerte o eventualidad de la vida.
Debemos afrontar las circunstancias con objetivismo y autenticidad sin engañarnos en nuestras posibilidades y fortalezas que tengamos.
Ya que el destino de la vida es un caminar incierto no dejemos en manos del azar nuestro futuro en cualquier ámbito o índole que tomemos partido.
Estar en manos del azar es estar en manos de la inseguridad eventual e imprecisa. Un fotograma de imágenes borrosas y desconocidas que son incontroladas y que no podemos arriesgarnos a seguir.
Busquemos oportunidades verdaderas, ciertas y momentos lógicos para que nuestras disposiciones como actitud a emprender sean efectivas, juiciosas y sensatas.
Si los propósitos en la vida que nos planteamos son intenciones a realizar: la fortuna o el azar se nos pueden cruzar, pero no creamos en ellas como panacea mágica. La verdadera panacea son nuestras facultades, aptitudes, habilidades y suficiencias. Dejemos que sean un valor añadido bienvenido, pero no una finalidad en sí misma.
El realismo ante las circunstancias de la vida es la mejor suerte de azar que busca la lógica y el destino como meta.
Que el objetivo que nos marquemos en la vida este impregnado por la estrella de nuestro talento. Sera la mejor fortuna de azar, meta a conseguir y fin a alcanzar.
Si el destino es nuestro, dejémoslo en nuestras manos y no en el azar de la suerte.
No dejemos nuestro destino en manos del azar y la suerte
Esta entrada fue publicada en Marketing y Empresa. Guarda el enlace permanente.