¿Estamos dispuestos a mejorar y crecer como personas en todas las facetas que desarrollamos en la vida? ¿Tenemos activada una conducta positiva a la hora de emprender? ¿Mantenemos la fuerza y el impulso para avanzar en todo lo que acometemos? Si no es así, es debido al ánimo y la conducta que fruto de nuestras emociones nos conducen a la apatía. Hablamos de apatía cuando sentimos un freno en todas nuestras actuaciones que nos paraliza e inmoviliza, nos hace más débiles y nos genera la inacción para emprender. Es el momento en que nos encontramos ante un estancamiento de la persona para afrontar todas las facetas o actividades que nos hacen avanzar y crecer a nivel humano.
En el transcurso de nuestras actividades en la vida no podemos caer en el desaliento y el desánimo; debemos despertar el valor de nuestra persona con carácter y energía. Marcándonos metas y retos a conseguir con ánimo y empuje de superación. Sin desfallecer ni flaquear como acicate para vencer los miedos, traumas, y la negatividad que nos envuelve.
Para crecer como personas necesitamos aliento y voluntad de ánimo e impulso ante el estancamiento en que nos encontremos.
No hay mejor forma para abandonar la desgana que aquella que nos motiva y nos ofrece la razón de ser y por lo que luchar. Desde la ilusión por las anhelos, proyectos e ilusiones que tengamos.
Abandonar la apatía es recobrar las ganas por la vida, sin dejar de creer en uno mismo. Sentirnos útiles y ver el valor de la vida, manteniendo las convicciones que tengamos siempre firmes.
No hagamos de la apatía un lastre que nos condicione nuestra vida diaria y nuestros sueños. Dejemos los frenos que nos merman y nos crean más obstáculos y dificultades de las debidas.
Para avanzar ante la apatía debemos superar el derrotismo y el pesimismo que nos envuelve, cambiando el paradigma de nuestra estructura mental. Necesitamos cambiar la apatía por el avance, y la desgana por el crecimiento. Avance como medio y herramienta de superación, evolución y progreso. Y crecimiento como formula par no decaer ni perder la moral o el ánimo.
La superación de la apatía siempre necesita de un carácter y voluntad fuerte. Un espíritu positivo y un alma limpia de negatividad. Aquella que mantiene la decisión y el valor en lo que creemos.
Si todo lastre en la vida es una rémora y un impedimento a combatir. Veamos la apatía como la traba y el escollo que no entorpece parta evolucionar, progresar y avanzar como personas.
La energía del alma nos hace crecer y mejorar, nos devuelve el ánimo y nos aleja de la apatía. Es la mejor motivación y tenacidad para recobrar el interés, el valor y las ganas por vivir y hacer cosas.
Cuando empezamos a creer en nosotros mismos, la apatía se aleja y los sentimientos se convierten en positivos. El avance y el crecimiento personal nos estimula y nos hace recobrar el interés y las ganas por las cosas que creemos.
El avance y la mejora en cualquier faceta de la vida siempre requieren del deseo y las ganas para ejercitarlos y llevarlos a la práctica. Aquellos que nos despiertan el interés como mejor manera para que puedan llegar a buen puerto.
Venzamos los temores y la desconfianza en nosotros mismos, evolucionando y mejorando día a día.
Seamos nuestro mejor valor seguro. Aquel que es energía y vida, pero también fortaleza ante el desaliento y el abandono. Que nos aporta tesón frente a las debilidades y tenacidad para poder seguir adelante.
Vencer la apatía, es volver a evolucionar como personas, progresar hacia un nuevo cambio y mejorar para no fracasar. Cuando hablamos de fracasar, estamos hablando de nosotros mismos con nuestras ilusiones, sueños y ambiciones.
No debemos caer en el derrotismo que nos hace caer en el desánimo y el pesimismo ante la vida.
Abandonemos el desánimo personal que nos mengua la voluntad. Hagamos de la voluntad un estado de deseo e interés que nos lleve a recobrar las aspiraciones, los sueños y la esperanza. Cuando esto ocurre estamos abandonando la desidia en su máxima expresión, ya que el abandono y el desinterés pierden todo su valor.
Hagamos de nuestras emociones un valor de empuje e ímpetu, de energía y fuerza. Donde el ánimo nos impregne del carácter necesario en las decisiones que tomemos. Sin perder el aliento ni caer en la desgana. Es el camino contrario a la apatía, el que nos hace avanzar, superar obstáculos y cuadros mentales prefabricados. Que nos dota de aliento y vigor, pero también nos aporta seguridad y fortaleza.
Seamos nuestro propio nervio y estimulo ante la indiferencia y la desidia. Y convirtamos el desánimo en valor y empuje; dejando nuestras emociones negativas y reconvertirlas en empeño y deseo.
Sigamos el camino de la vida desde el equilibrio personal y la higiene mental que nos libere de la desgana, el abandono y la apatía para seguir creyendo en nosotros mismos.
Luchemos por lo que ansiamos sin flaquear ni desfallecer en el intento. Y no seamos el lastre que nos merme para progresar sin dudas ni miedos.
Sigamos creyendo en nuestro sueños para avanzar y crecer.
Cuando la apatía se convierte en un lastre para avanzar y crecer
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