No convirtamos los problemas en problemas añadidos

El ser humano como ser partícipe de esta sociedad, vive un sinfín de situaciones, estados y momentos que forman parte de su existencia vital.
Unas circunstancias de autentico protagonista activo que le afectan y condicionan, fruto de los hechos y actos que lo envuelven en el ejercicio de su quehacer diario.
Convirtiéndose en un actor principal que se ve inmerso a veces en acontecimientos que son ajenos a su control, voluntad y dominio.
Son circunstancias intrínsecas que forman parte de su periplo por la vida con resultados diferentes (convenientes y adversos) que le atañen y ocupan el pensamiento. En su aspecto más favorable dan lugar al impulso del ánimo, la aportación del equilibrio mental y la armonía del espíritu.
Mientras que desde su faceta más desfavorable, pueden afectar a su salud, economía, sentimientos o desgracias. Estas situaciones contrarias provocan pesadumbre, dolor e inquietud que dan lugar a la alteración de su estado emocional.
Una perturbación de las sensaciones y la sensibilidad que pueden ser motivo de la aparición de los problemas (causantes de la intranquilidad y afectación física y mental) que modifican la satisfacción y el bienestar personal.
Este cambio del estado emocional por circunstancias exógenas, interfiere en su rutina diaria, conlleva preocupaciones añadidas y la pérdida de la serenidad como fortaleza emocional de inmunidad ante cualquier circunstancia inconveniente y negativa. Cuando esto ocurre, es el momento en el cual se altera el nivel emocional, perdiéndose la confianza y provocando la aparición de los miedos y las dubitaciones.
Si los problemas generan una inquietud en la persona, no hagamos de esta desazón un estado de angustia permanente que se convierta en una obsesión de peso. De esta forma, caeremos en el agobio de las soluciones no encontradas ante los problemas.
Hay que buscar una disposición del ánimo en positivo que frene cualquier alteración de alarma ante las contrariedades.
Desterrando la excitación de las perturbaciones que acarreen un trastorno y agitación ante los estados de incertidumbre.
Es indispensable alejarse de la impaciencia; verdadera compañera de la confusión que ciega las ideas y ansias, provocando el malestar físico en el afán de superar los obstáculos, y en detrimento del empeño y el esfuerzo que se disponga.
Si los problemas necesitan del esfuerzo, no se pueden perder fuerzas frente a la aflicción y el dolor. Por ello, es necesario luchar contra la pena y la tristeza de los malos momentos, sin amargura ni temor. Buscando la influencia del valor y la fuerza a modo de medio y serenidad personal natural de calma.
Sabiendo que todos los problemas comportan preguntas, dudas y enigmas por descubrir. Siendo imprescindible un ejercicio de superación y refuerzo mental delante de cualquier conflicto o contratiempo.
Los inconvenientes siempre son un trastorno que contienen disgustos y pesar. Una pugna humana interior de contradicciones y decepciones cuando no se pueden adoptar las soluciones a las desdichas, fatalidades e infelicidades.
Ante estas situaciones no provoquemos un castigo gratuito ni una condena personal en vida. Los problemas requieren esfuerzos a veces incómodos que duelen y abaten en la desolación y la apretura de los acontecimientos que acucian.
En el conflicto de la resolución de los problemas que no son fáciles hay que tener decisión en las convicciones con actitudes de conveniencia que se realicen.
Unas decisiones que requieren la determinación y la firmeza del ánimo. Disposición que es primordial para buscar las habilidades más recónditas a modo de oportunidades y posibilidades de solución.
En el beneficio expreso de seguir viéndose útil para luchar ante las contingencias que se produzcan en la mejor forma de poder combatirlas y solventarlas.
Si los problemas, problemas son, no los agravemos innecesariamente. Solo conseguiremos empeorar las situaciones y estados emocionales que nos inquietan.
Al contrario, ante los problemas hay que enfrentarse, intentando aminorarlos para poder amortiguar sus efectos negativos y paliarlos en las mejores condiciones. Ya que de no hacerlo, convertiríamos los problemas reales existentes en problemas añadidos.
De la misma manera que los problemas vienen dados de circunstancias inapropiadas en momentos inapropiados; tengamos actitudes apropiadas que busquen remedios apropiados.
No hacerlo así, provocara una distorsión que nos acerque al remedio y la subsanación de cualquier dificultad, estado, condición o situación que se nos presente.
Aprovechemos la ocasión como primer paso para poder empezar a afrontarlos sin convertirlos en problemas añadidos.

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Acerca de Lorente Andía

Reflexiones y análisis sobre el pensamiento humano y nuestra sociedad.
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