Ante cualquier tarea o propósito que emprendamos en la vida, necesitamos de una predisposición personal para poder afrontarlo, llevarlo a cabo e intentar que llegue a buen fin. Aun así, ¿nos hemos preguntado si siempre estamos en las mejores condiciones para hacerles frente con garantía de éxito?
Hay tres pilares básicos en cualquier faceta o acción que realicemos, en la búsqueda de un objetivo: la actitud, la capacidad por aprender y las ganas de hacerlo bien.
La disposición en la realización de un proyecto, el deseo o voluntad por conseguir algo, unido a la habilidad y destreza, son claves en la consecución de algún fin.
El interés por realizar una tarea es una demostración de importancia por lo que hacemos y queremos conseguir, dándonos un valor de creencia e impulso como utilidad para seguir y no desistir en el empeño.
Toda faceta a realizar, sea cual sea su ámbito, necesita de un afán para ir en su encuentro con atención y esfuerzo ante las vicisitudes que se nos presenten, unidas al deseo por ellas y las ganas para no desfallecer en el intento.
Es necesaria una actitud que nos dote de la facultad y el compromiso para saber luchar contra los errores y los equívocos, sabiendo que nuestra competencia se ha de utilizar con destreza e inteligencia.
Actitud, capacidad y ganas, ¡qué bonitas palabras para conquistar anhelos y deseos!, pero que a veces suenan vacías cuando no van acompañadas del talante para emprenderlas en toda su intensidad.
Qué fructífero es el trabajo cuando conlleva un esfuerzo de positividad en nuestras acciones cotidianas del día a día. Con conductas ante los problemas y dificultades que no sean trabas, sino al contrario, acicates para busca soluciones y remedios ante los obstáculos que nos surjan.
No hay esfuerzo baldío, cuando nuestras posiciones son objetivos en el quehacer para alcanzar los fines y metas.
La actitud siempre es determinante en toda iniciativa; es el fuste connatural de lo personal. Es el símil de la calidad de un producto sintetizado en la figura humana de actuación cotidiana. Aquella que nos transporta y traza las conductas de actuación que emprendemos.
Hemos de ver la actitud como un comportamiento en las ganas por mejorar y la capacidad por crecer en conocimientos como unos vasos comunicantes para estar en las mejores condiciones de éxito, pero sobretodo de crecimiento personal.
La voluntad para hacer las cosas es el aliento positivo ante las dificultades; un estado de ánimo que nos dota del impulso necesario para mantener el empeño de los anhelos.
Las metas «se alcanzan o no», pero el ansia para alcanzarlas siempre nos las acercan un poco más. Sobre todo, cuando ponemos pasión en el intento por ellas, tenemos las intenciones claras en su consecución y no caemos en la impaciencia si no llegan en su tiempo justo.
Las competencias propias nos han de servir como aptitud de experiencia, pero también de actitud de destreza y pericia. Auténtica fuerza de poder que nos abre aún más las posibilidades de nuestros deseos por conseguir.
El potencial del talento marcará las oportunidades en forma de expectativas de acierto ante las circunstancias imprevisibles. Ante ello, la experiencia es un valor de madurez, un protector en el aprendizaje ya vivido que nos sirve ante nuevas vivencias y expectativas que nos marquemos. Un acicate de los conocimientos ya adquiridos: la capacidad por adquirir de nuevos y la capacidad por hacerlos cada vez mejor. Sin perjuicio de lo que hacemos y vivimos, sin perder la vista de lo que hemos hecho y aprendido. Ni olvidar que: «la experiencia del saber sirve como camino y motivación para conseguir la excelencia».
Para poder conseguir la excelencia en cualquier orden de la vida, no sólo ha de quedar en intentar hacerlo, sino en querer y poder hacerlo. De esta manera, la influencia de los procederes marcará nuestro comportamiento ante los avatares, con sus dificultades, retos y metas. Por ello, podemos decir que: el impulso que dotemos a nuestros actos, determinará, para bien o para mal, su final.
Necesitamos de valores y principios que nos faculten y guíen ante las aspiraciones por acometer y que posibiliten las prioridades en el aprovechamiento de las competencias; verdaderas bases de referencia a modo de eje vertebrador, leitmotiv a seguir, camino, guía y logro.
No perdamos el estímulo y el talante proactivo en hacer las cosas; manteniendo una predeterminación siempre abierta a aprender y no perder el ansia por hacerlo cada día más bien. Es la mejor forma de satisfacción y plenitud personal que nos acercará hacía el éxito.
Actitud, capacidad y ganas como virtudes hacia el éxito
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