Estamos inmersos en una sociedad compleja llena de avatares y confusiones. El ser humano, vulnerable y expuesto a esta situación, no es ajeno en cuanto a su estado psicológico en todas sus decisiones a tomar durante su vida común ordinaria.
Los problemas que nos acucian en nuestro quehacer diario afectan a nuestra actitud y estado personal, emocional y anímico. Pero, ¿sabemos afrontar las contrariedades y dificultades que en la vida se nos presentan? ¿Nos han enseñado a gestionar nuestras emociones? ¿Por qué las desgracias afectan de diferente forma a las personas? Distintas preguntas ante un denominador común: la capacidad humana de experimentar emociones, comprensión y afecto por todo lo que nos sucede y rodea.
Si todos los problemas necesitan de un diagnóstico, análisis y puesta en marcha de una solución, el ánimo en las personas es la fuerza necesaria para tomar acción y resolver en el transcurso de los acontecimientos con eficacia cualquier circunstancia que nos acontezca.
Hay cuatro patas, a modo de banco, claves para hacer frente al el desánimo: la energía, como fuente de transformación y positividad, el esfuerzo, como garante de la perseverancia ante las dificultades, la voluntad, como capacidad humana de coraje y decisión, y el valor como cualidad de valentía ante las adversidades, fatalidades o tristezas.
Impulsar el ánimo ante la desdicha y la infelicidad no es una tarea fácil de conseguir. Los contratiempos que nos proporciona la vida son a veces, un revés difícil de superar. Pero todos estos tropiezos no dejan de ser infortunios incontrolables a los que nos debemos sobreponer para no caer en la infelicidad, en el fatalismo o en la percepción de un desastre sin solución.
Cualquier tragedia requiere un impulso del ánimo, un esfuerzo que nos aliente para crecer. Aportándonos el coraje necesario de superación, la fuerza y el ímpetu que cualquier ser humano necesita en la predisposición para ser un poco más felices.
Impulsar el ánimo nos acerca a un estado emocional más positivo; nos da la fuerza moral y el brío necesario ante la tenacidad de nuestros actos como seres humanos.
El ánimo es parte de nuestra alma y condición como individuos que nos hace sentir y mantenernos vivos. Por tal motivo, es imprescindible mantener un buen estado de vigor; ya que reflejará nuestras vivencias afectivas y emocionales en una sintonía apropiada y conveniente.
Una buena disposición de ánimo es el camino que conduce a un bienestar un poco más pleno, y nos hace ser y sentir internamente más creativos e imaginativos.
Impulsar el ánimo aumenta nuestro tono vital; va un paso más allá, y es indispensable ante el estudio de un problema y la búsqueda positiva de una salida ante cualquier desenlace que se nos presente u obstaculice.
Los obstáculos necesitan imaginación para combatirlos y ánimo para superarlos.
Impulsemos el ánimo como mejor respaldo y garantía de higiene mental de nuestros pensamientos y comportamientos rutinarios.
Alejemos los sentimientos desagradables que nos perturban y preocupan. Desterremos el mal humor, la irritabilidad y la tristeza se de nuestra mente. Demostremos nuestros sentimientos y hagamos que florezcan con naturalidad, sin problemas ni perjuicios.
Aparquemos la apatía, la melancolía y la pena como terapia personal de salud en la mejora de nuestro estado psíquico, emocional y espiritual.
Si nuestro estado de ánimo es un termómetro de salud mental; dotémoslo de las condiciones necesarias que nos aporten el equilibrio, nos prevengan en nuestros procederes rutinarios, y garanticen el ajuste psicológico imprescindible para tener una buena salud mental.
Impulsar el ánimo asegura nuestra energía vital y nos hace sentir mejor con nosotros mismos y con nuestro entorno.
Impulsémoslo como mejor aval de salud, vida y camino hacia la felicidad personal.
Es nuestro mejor baluarte y aliado.
Impulsar el ánimo
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