Luchando contra la resignación

La magia de la vida incumbe al ser humano durante todo el periplo de su andadura terrenal. Son momentos de avatares de diferente índole y condición, llenos de vivencias en el devenir de su existencia. Aquellas que comportan situaciones agradables y placenteras, pero también de tristeza, obstáculos y adversidades. En este tránsito tan variado y variopinto del existir humano nos podemos preguntar: ¿son las desgracias, desdichas y reveses de la vida infelicidades que no sabemos superar y que quedan supeditas a la simple resignación y sumisión del conformismo?
No, no podemos conformarnos ante los infortunios y las contrariedades como meros espectadores de un paisaje de la vida que formamos parte de una forma estática, sin cambios y paralizada por el asombro de las emociones negativas e insanas.
Al contrario, los contratiempos y secuencias de la vida, con sus dificultades y problemas, requieren de actitudes de disposición y talante efectivo, vivo y enérgico que hagan frente a nuestras debilidades y estados de energía. Estados faltos de las garantías necesarias para poder afrontar las vicisitudes que se presentan de cualquier índole, independientemente de su desarrollo contrario o buena marcha en lo que nos acontezca y repercuta en nuestro estado personal y emocional.
La resignación no ha de quedar sólo en aspectos del acontecer de las cosas, tal cual. De un aguante impertérrito que ni se altera ni perturba, pero tampoco ha de quedarse impasible e indiferente en un estado imperturbable e impávido.
Debemos luchar con el esfuerzo de nuestro ánimo; aquel que reavive nuestra parálisis de reacción. Haciéndonos renacer el espíritu de lucha y sacrificio que nos reconforta, tonifica y estimula, y que nos disuade de la apatía, la indiferencia de los hechos y las situaciones negativas que nos acontezcan. Apartándonos del desinterés y la desgana que genera la dejadez y la displicencia para saber afrontar los problemas e infortunios incontrolados.
Los estados de resignación nos provocan insensibilidad ante cualquier acontecimiento que nos atañe. Son estados de desafecto con nosotros mismos que desprenden pereza y pasividad. Una renuncia y dejación que nos ablanda interiormente, generándonos el desánimo y el desaliento. Una astenia de decaimiento que nos conduce a la indiferencia para afrontar y poder acometer la lucha contra el conformismo. Ante ello, debemos superar nuestros propios recelos, afrontando los problemas y las dificultades con un valor de mejora. Unida a la superación que nos ayude a sobreponernos ante los problemas añadidos a través del desarrollo y el crecimiento frente a cualquier brete o escollo.
No podemos hacer de los inconvenientes problemas de ahogo y apuro personal que alimenten aún más cualquier acontecimiento o infortunio. De tal manera, que podamos ir en busca de la superación como progreso. Aquella que nos genere la paz interna, el sacrificio y la voluntad para hacer frente con sosiego y calma, las preguntas, los enigmas, las dudas e incógnitas que nos puedan acechar y que no encontremos solución para ellas.
Las preocupaciones acontecidas las debemos encarar retando el pesar, la pena y la pesadumbre. Enfrentándonos a los interrogantes, las dubitaciones y las incertidumbres sin vacilaciones, titubeos, reparos ni desconfianzas. Alejándonos de las decepciones y los percances inoportunos de los remordimientos y el abatimiento de la angustia.
La mejor vacuna contra la resignación es la armonía y el equilibrio personal transmitido desde la tranquilidad, el sosiego y la calma. Un reposo de concordia, conciliación propia y quietud espiritual.
La rebeldía del inconformismo contra la resignación deber ser, la que nos dote de estabilidad, aplomo y serenidad.
Un crecimiento personal de concordia, armonía y serenidad que combata la resignación con la desobediencia a la desgana. Sublevándonos ante la abulia y la indiferencia. La indiferencia ante la desidia, y el inconformismo ante el abandono.
Busquemos el apasionamiento en las pequeñeces de los momentos y las maravillas de la vida como arrebato de rebeldía sana. Y la emoción del ánimo en estado puro con el ardor del espíritu vigoroso.
No nos abandonemos en el desamparo ni la soledad del fracaso y la negatividad. Un estado de desatención de nuestros valores y principios que son la hoja de ruta de nuestras convicciones personales. Hagamos de las creencias un escudo de protección, auxilio y ayuda. Un apoyo y defensa que nos resguarde de las debilidades, haciendo de refugio y cobijo verdadero.
Un parapeto de confianza aplomo y ánimo contra las decepciones, trastornos y dificultades. Aquellos auténticos impedimentos que nos turban y se convierten en reveses y obstáculos. Pero no por ello dejemos que nos venzan. Y si lo hacen, no caigamos en el equívoco de ser vencidos por nuestra inacción y dejación.
Estamos ante la imagen del ser humano en toda su esencia, con sus miserias, contradicciones y grandezas. Es la escenificación real y necesaria para que no perdamos la batalla de la resignación ante lo misterioso, milagroso y oculto. Un imprevisible devenir de la vida para no dejar de luchar por lo conocido, lo establecido y lo usual que nos concierne y podemos cambiar día a día.
Es la batalla de la rebeldía como símbolo de crecimiento personal, autoestima, orgullo y dignidad humana.

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Acerca de Lorente Andía

Reflexiones y análisis sobre el pensamiento humano y nuestra sociedad.
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