En el tránsito de la vida de las personas, todos sabemos que esta no es siempre un camino fácil y de color de rosa, pero tampoco hemos de pensar en un color negro total, sino encontrar los matices en función de las circunstancias, momentos y complejidades que vivimos (mejores y peores) en el transcurso de la misma. Esta percepción de la realidad varia en función del estado anímico en que nos encontramos, creándonos a veces unos esquemas distorsionados. Una apreciación irreal como consecuencia de nuestras propias contradicciones que hacen de escudo y excusa ante lo que percibimos y nos rodea. Es el momento clave en que empezamos a sembrar la semilla que germinará en el tiempo y dará lugar al génesis y principio de la negatividad en toda su extensión y compañía. Una actitud perjudicial que afectará a nuestra disposición y comportamiento diario. Un efecto dañino que paralizará nuestra creatividad y estimulación de crecimiento personal. Es nuestro peor enemigo. Aquel que nos provoca efectos adversos en nuestro estado anímico y relaciones humanas particulares. Una situación de estado desfavorable y dañino que nos vuelve pesimistas; forjando y dando lugar a ambientes insanos de relación que provocan contradicciones en nuestra forma de ser y pensar. Una negatividad incompatible con la armonía de una vida sana y beneficiosa que se convierte en un enemigo interior exclusivo que mengua nuestros deseos y ambiciones de desarrollo. Un contendiente que nos hace infelices mermando nuestra higiene mental y despertando las inseguridades que son un obstáculo en la reafirmación de nuestras convicciones afirmativas ante la vida que se traducen en procederes provechosos. La negatividad nunca es favorable ni productiva, nos encierra y acota ante todo lo propicio y conveniente en nuestros avatares ordinarios. No es una pieza útil ni eficaz que podamos sacarle provecho. Al contrario, nos aísla de lo auténtico y verdadero. Siendo un seguro que nos distancia de la realidad y de cualquier objetivo que nos podamos marcar. Debemos ser rehaceos ante todo lo contradictorio que percibamos para no verlo incompatible y rival, sino todo lo contrario. La vida es una carrera competitiva en la que debemos asumir nuestras imperfecciones e infortunios con naturalidad favorable y conveniente. Donde podemos sacar provecho y rendimiento ante los errores sin que nos invada ni aparezca el resentimiento. Hay que convertir la negatividad en virtud de conformidad adecuada; con un cambio de paradigma que sea propicio para un restablecimiento correcto que nos sirva como herramienta e instrumento ante nuestros miedos y frustraciones. Un efecto válido y eficiente que nos transmita una energía fructífera que colme nuestras aspiraciones y haga olvidar nuestros miedos, los cuales se podrían convertir al final en compañeros nocivos y pesimistas ante las contrariedades de la vida. No hagamos de los desastres e infortunios infelicidades improductivas, trabas o impedimentos en la búsqueda de soluciones, ya que sólo nos comportaran fragilidad, debilidad y agotamiento. Convirtamos la negatividad en pasión por el cambio, la mejora y la transformación en personas nuevas, en proyectos nuevos y en talantes nuevos. No podemos deambular por la vida condicionados por corsés preestablecidos, insatisfacciones y logros no alcanzados. Hemos de juzgar las cosas y las situaciones que nos envuelven tanto a nivel de perspectivas adversas como también desde sus vertientes más favorables. Los estados de negatividad conllevan sentimientos faltos de afecto que difunden emociones intimas carentes de una sensibilidad manifiesta ante las cosas. Son estados de aflicción, condenados a experimentar el desencanto y que provocan en nuestras creencias pensamientos de juicio relativos ante cualquier opinión. Unos dictámenes faltos de expectativas en un panorama donde sólo se ve una apariencia plana, vista engañosa y anticipada que provoca impresiones de un efecto e impacto artificioso. En el que nuestra conciencia percibe estímulos negativos que son recogidos por nuestros sentidos. Son aquellas respuestas de emociones propias que influyen en nuestros pensamientos y posiciones ante cualquier forma de razonar, opinión o actuación. No busquemos compañeros de viaje de la desesperanza y el abatimiento (renunciemos a ellos) como manera de ser y estar diferentes. Motivémonos y tengamos hábitos de ilusión y optimismo saludables frente al pesimismo para nosotros y los demás, ya que ésta será la mejor eficacia de valor propio en nuestra evolución y conversión interna de renovación. Aquella que nos dotará de un enfoque diferente ante las realidades, tal cual, sin prejuicios ni recelos establecidos. No viajemos con equipajes pesados que solamente nos conducen a la frustración y al desengaño; viajemos con maletas ligeras que lleven satisfacción y complacencia, que nos aporten armonía y plenitud personal, alejándonos de la negatividad como compañera de viaje.
En el momento que la negatividad aparece como compañera de viaje
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