Un compromiso con nosotros mismos

El caminar por la vida del ser humano es un trayecto largo y complejo lleno de desafíos e incertidumbres incontroladas. Un vaivén de historias impredecibles que marcaran nuestra existencia vital. Ante ellas nos podemos preguntar: ¿sabemos a dónde vamos? ¿Creemos en lo que hacemos? ¿Somos fieles a nuestros ideales y principios? ¿Qué papel juegan nuestros valores en la vida? Muchos interrogantes que tienen un denominador común: no fallarnos a nosotros mismos. Un auténtico compromiso de competencia y quehacer personal que nos debe hacer crecer ante los obstáculos diarios que nos permitan la consecución de un objetivo concreto.
Aquel valor humano de responsabilidad ante las creencias personales y actitudes frente a los demás.
Las obras a realizar en el devenir de la vida no pueden quedar en simples intenciones o palabras incumplidas, sino en obligaciones implícitas contraídas que se han de consumar como indicativo de deber; valor intrínseco humano que nos ha de dignificar en cualquier faceta que realicemos en la vida ordinaria.
En el día a día, debemos afrontar metas, anhelos y proyectos con ilusión y esfuerzo, que hagan de palanca para dotar del impulso necesario el trato de actuación firme e inquebrantable de nuestra voluntad.
Un pacto de lucha y sacrificio lleno de fuerza para ejecutar nuestros acuerdos, sin excusas ni pretextos ante las dificultades, como acicate ante el desaliento y con la finalidad de poder seguir luchando por lo que profesamos.
Ya que somos nuestro mejor aliado y compañero de viaje, debemos portar el ánimo como estandarte y garantía en las circunstancias complejas que nos aparezcan, creando vínculos personales, compromisos de disposición y actitudes que definan nuestra personalidad y pauta.
Un contrato de motivación personal que determine nuestro carácter y unos rasgos que conformen nuestra forma de ser; verdaderas cualidades que deciden en nuestros procederes.
Puesto que «somos como somos», nuestra personalidad detalla nuestras disposiciones prácticas y formas de entender lo que nos rodea. Es nuestro talante que forma parte de la identidad personal consustancial y natural que constituye el temperamento y la naturaleza propia individual (idiosincrasia y modo de ser).
Debemos creer en nosotros mismos, sin dudas ni incertidumbres, para poder decidir y confiar en nuestras suficiencias naturales en las relaciones humanas.
Una superación interna que conlleve una disciplina, una meta, una ilusión en lo que hacemos, y nos dé sentido a la vida. La alianza entre lo que «queremos hacer» y lo que «podemos hacer».
Es la avenencia interna que nos dota de conformidad y unanimidad sin divagaciones ni rodeos. Aquella que está en concordancia con nuestros ideales y sentimientos ante cualquier situación que nos competa.
Una armonía que dictamine la paz interior y el equilibrio emocional. Auténtico entendimiento de avenencia a seguir y determinación ante los problemas y conflictos como escudo protector de los contratiempos, obligaciones contraídas y responsabilidades impuestas a cumplir.
El afán particular que conlleve un empeño de voluntad y sacrificio ante nuestras inquietudes y aspiraciones, donde la ambición no se pueda quedar en un solo deseo ni en una pretensión; al contrario, en una verdadera pasión por lo que hacemos y deseamos.
Un ahincó básico que impulse al máximo todo nuestro interés y decisión de constancia y voluntad inquebrantable.
Aquella perseverancia innata de tenacidad, motor e impulso del ánimo que nos genere el entusiasmo esencial ante cualquier empresa o tentativa que realicemos y nos libre de toda influencia negativa que se nos pueda presentar.
Una labor de ocupación que contribuya con esmero y diligencia en las intenciones y propósitos emprendidos. Todo ello sin renunciar ni rendirnos ante nuestros valores y principios. Por este motivo, la mejor persistencia de logro es mejorar y crecer, haciendo de la constancia una virtud de voluntad y entereza humana. Un estímulo de pasión y alegría que se convierta en un incentivo de recompensa moral y atractiva. El verdadero motivo y razón de lucha, compensación personal y renovación de fuerzas del alma y vigor físico. La fortaleza de dinamismo que nos haga fuertes ante cualquier resistencia, frustración o desencanto.
Un compromiso de comportamiento que venga acompañado de la firmeza en nuestros fundamentos, que nos dote del carácter y del ímpetu de la eficacia en nuestras capacidades y posibilidades de decisión.
El coraje que venza la fragilidad y la endeblez ante las indecisiones para no caer en dubitaciones ni vacilaciones.
No podemos abatirnos en dilemas estériles ni en pretextos ante los problemas y desconfianzas. Hagamos del compromiso con nosotros mismos una virtud inherente e intransferible, una creencia, una superación, un reto y sentido de vida.
Nuestro crecimiento personal es la mejor voluntad de cambio natural, transformación, deber propio y evolución humana.
Seamos como queremos ser.
Es nuestro mejor compromiso.

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Acerca de Lorente Andía

Reflexiones y análisis sobre el pensamiento humano y nuestra sociedad.
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