En nuestra sociedad moderna y ante el presente que nos ha tocado vivir vemos que ésta se corresponde y se ha ajustado a un sufrido cambio en su evolución, convirtiéndose en una sociedad consumista de dispendio. En el que prima el gasto superfluo y prevalece la adquisición de bienes banales e insustanciales. En donde la violencia y las desigualdades sociales y económicas desde sus diferentes aspectos y puntos de vista han aumentado. Y donde la intolerancia, la pobreza extrema y el desempleo están caracterizando nuestro quehacer diario. Estas actitudes a los talantes y disposiciones en los procederes nos deberían hacer reflexionar y considerar los razonamientos sobre las causas que han provocado esta tesitura de la realidad social actual y su circunstancia ante la coyuntura y fase en el curso de la etapa que padecemos como sociedad moderna.
En el transcurso de la historia, las sociedades han sufrido y padecido resignaciones, sumisiones, cambios, reformas y reajustes que han variado y alterado su evolución en el tiempo, renovación y metamorfosis de todos los ambientes, medios y entornos (políticos culturales, científicos, filosóficos, ideológicos, etc.). Y es en nuestra sociedad vigente donde vemos que el ser humano se ha vuelto un ser individualista e independiente socialmente; tanto en su forma de aislamiento personal como de participación colectiva en todos sus actos de implicación e intervención ante las cuestiones y asuntos que le ocupan e inquietan como integrante y parte de la misma sociedad.
Una actitud y disposición determinada de inacción particular en la conducta de método y sistema práctico de sus pautas y hábitos, debida a factores y condiciones determinantes y expresas como son: un ritmo de vida estresante de nuestra sociedad moderna y un individualismo en su máxima expresión (competitividad, rivalidad y retos exigentes). Verdaderas circunstancias, fuente de deficiencias e insuficiencias sociales perjudiciales que nos afectan, que se traducen y vienen generadas por hechos concretos específicos, reales e individuales que se definen en su totalidad con una pérdida de símbolos y referentes dentro de unos determinados ámbitos y contextos sociales. Todos ellos concernientes y relativos en sus diferentes expresiones: éticas, morales, políticas y religiosas.
Los cambios de valores sociales en el ser humano han provocado que se haya visto en los bienes personales, riquezas, posesiones materiales y económicas, la única panacea, antídoto y remedio real para conseguir la satisfacción completa, el bienestar y la felicidad plena y verdadera.
La lucha de conflictos y disputas internas del individuo como ser social por conseguir una felicidad artificiosa e irreal, individual y propia sólo a través del materialismo engañoso han sido el deterioro, la causante ejecutora, el principio y el germen nuclear de la pérdida de valores y principios esenciales básicos trascendentales que son primordiales, obligatorios y decisivos en cualquier comunidad y colectivo humano. Aquellos en los que términos como solidaridad, comprensión, tolerancia, generosidad, bondad y amor por los demás parecen no existir ni hallarse vivos. Y que nos dan la sensación como si se hubieran ocultado, desaparecido y no formaran parte de la sociedad en que vivimos .
Es fundamental una concienciación social efectiva en los propósitos e ideas de cambio de nuestra sociedad para conseguir una renovación consustancial imprescindible en todas las prioridades que anhelamos hacia la conquista del bien común. Ante estos hechos de tanta relevancia, magnitud e importancia, la misma sociedad debe ejercer como un antídoto de intervención que la haga despertar, avivar y estimular y la conciencie en el sentido de que la felicidad no sólo se consigue únicamente mediante la adquisición, consecución y logro de los bienes materiales. Donde veamos la aportación conjunta que hagamos al bien común como seres integrantes de unas misma sociedad del instrumento necesario para poder enriquecernos interiormente y conseguir la felicidad personal.
Por ello, cada uno de nosotros estamos en la obligación moral de contribuir desde nuestra pequeña parcela diaria a mejorar la sociedad en la que vivimos. Es la mejor herencia que podemos dejar y un reto de compromiso personal y humano.
Vivir en una sociedad moderna
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