Los seres humanos cuando nacemos y venimos a este mundo terrenal poseemos unos rasgos inherentes que nos diferencian como personas.
Todos los individuos ostentamos y tenemos una procedencia, orígenes y raíces ancestrales exclusivas. Un punto de partida y una esencia heterogénea distinta de nuestro semejantes.
Nuestra descendencia genealógica como seres humanos son nuestro principio, naturaleza y fuente de vida. Verdadera causa, fundamento y génesis que forman parte de nuestras raíces naturales.
En el transcurso de la vida nuestros antecesores familiares son una influencia manifiesta de nuestra esencia evolutiva más profunda, humana y personal. Es a partir de aquí, cuando nuestros progenitores nos encaminan, educan y sustentan en la vida ante un nuevo mundo desconocido y oculto por descubrir.
Como seres humanos que somos cuando empezamos a tener uso de razón y llegamos a la edad adulta nuestra personalidad queda acentuada y definida. Es el momento y el paso de nuestra independencia personal en la sociedad.
Es en la edad adulta cuando comienza un camino en solitario que emprendemos ante el cual, las decisiones son propias como inicio de una nueva etapa personal y social ante la vida.
Ante los inicios de la edad adulta se inician los descubrimientos de la vida y comienza el preludio de nuestra propia formación individual. Es el instante en que emprendemos una situación nueva e ignorada. Donde nuestra identidad personal surge como respuesta a nuestras inquietudes dando sentido a las mismas.
En el momento que emprendemos una etapa desconocida, aparecen los miedos, los interrogantes y las dudas existenciales de nuestro estado o actitud vital. Una situación en que nos sumergimos en nuestro propio «yo» y emprendemos nuestro propio análisis profundo, interno y recóndito de nuestra mente en la búsqueda del entendimiento, las ideas y propósitos que den contestación a nuestros razonamientos e inquietudes.
Es a partir del peregrinaje de nuestra existencia cuando los deseos, pretensiones y metas se van forjando, empiezan a coger solidez y van tomando forma.
La existencia vital en sí misma es la energía, la fuerza y la savia que nos dota del vigor como medio y manera en el entendimiento de nuestra propia consciencia íntima.
Nuestra razón de ser nos hace libres y nuestra identidad personal nos hace transitar y caminar en este mundo en que nuestra singularidad nos hace diferentes ante nuestros afines. Somos iguales pero diferentes.
Es por ello, por lo que nuestra identidad personal es la que nos identifica ante los demás y limita como somos, describiéndonos y señalándonos ante nuestro prójimo.
El ejercicio de la moderación equilibrada y juiciosa despierta nuestra consciencia, fomenta el desarrollo y nos hace evolucionar como individuos, siendo el medio, la forma y el método que transmite la influencia necesaria que nos domina a través de nuestra identidad personal. Esta moderación aparece en nuestro caminar como compañera-guía que nos orienta y reafirma ante las inquietudes y preocupaciones vitales sin perjuicios en ser y mostrarnos como somos.
Nuestra identidad personal es algo connatural e inseparable. Son nuestras señas personales, inconfundibles y únicas que incluyen nuestras dudas existenciales, indecisiones y desconfianzas propias como individuos.
Las incertidumbres humanas son consecuencia de nuestras reflexiones, pensamientos e introspección profunda e intrínseca con nuestra realidad interior.
Es en nuestra realidad personal donde se sustenta y afirma toda nuestra propia existencia vital. Un estado reflexivo de acción permanente ante nuestra auténtica verdad recóndita y trascendente que tenemos en nuestro pensamiento.
La identidad personal nos sirve como descripción genuina y única. Es la reseña, el detalle y la especificación que nos muestra en ser como somos; dotándonos de la consciencia, el entendimiento y el conocimiento ponderado y prudente como seres humanos. Aquel que nos proporciona la percepción objetiva y real que tenemos sin apariencia ni formas irreales, sino tal cual.
Todo el patrimonio humano y personal que tenemos va ligado a nuestra identidad personal, a nuestras vivencias y a los valores recibidos. Un caudal de historias y capitales humanos heredados y transmitidos con sus fortunas y miserias.
Es nuestro testimonio con sus características y peculiaridades especificas. Son parte de nuestra alma. Auténtico fondo, cualidad y sustancia natural esencial e individual que nos humaniza y nos hace diferentes.
En el quehacer diario y toma de decisiones que emprendemos en este trayecto apasionante de la vida, la identidad personal es determinante en la imagen y el reflejo que transmitimos, pero a la vez marca nuestro bienestar, desdicha o satisfacción personal.
No perdamos los referentes y principios que son parte de nosotros mismos y de nuestra historia, ya que acaban siendo reflejo de nuestro fundamento, orígenes y procedencia humana.
La realización personal que obtengamos mediante nuestras actuaciones son el distintivo que establecerá la huella terrenal que dejemos en herencia.
La contribución y la aportación en el desempeño de nuestra identidad personal es la etiqueta de sello particular y marca intransferible.
Retémonos a nosotros mismos y seamos como somos. Estaremos escribiendo un capítulo más de nuestra historia que dejaremos como legado.
Es nuestra identidad personal e identificación humana.
Identidad personal
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El paso por la vida de cualquier ser es una aportación a la evolución