Miedo al fracaso

¿Nos hemos preguntado cuántas cosas hemos dejado de hacer en nuestra vida por el que dirán? ¿Qué pasa cuando no logramos conseguir nuestras metas y objetivos planteados?
El individuo, como ser social, busca el reconocimiento y la reafirmación de su entorno frente a sus comportamientos y actividades diarias, no únicamente como afán de satisfacción de su propio ego, sino como una necesidad personal de obtención de confianza, motivación y respeto para consigo. El ego es una protección que siempre surge del miedo. Una persona sin miedo no tiene ego. Aunque eventualmente todo modelo de clasificación de necesidades queda obsoleto o a merced de la subjetividad, no parece descabellado afirmar que la base para la superación de nuestros miedos significa retroceder a los instintos más básicos del ser humano. Aquel mundo interior donde el individuo se muestra en su pura esencia, desnudo y desprotegido de los peligros y amenazas del mundo exterior. Significa comprometer comodidad presente por crecimiento futuro; significa introducir cierta ansiedad saliendo de nuestra zona de confort para llegar a maximizar nuestro rendimiento personal; pero, sobre todo, significa hacer un ejercicio de sinceridad y toma de responsabilidad personal.
El sistema de hábitos y creencias que hasta el momento creíamos funcionaba empieza a carecer de sentido una vez aceptas quien eres y decides qué lugar quieres ocupar en el mundo. El tipo de sociedad que vivimos en el que se premia el éxito externo frente a la realización personal acabará arrastrando al fracaso toda la potencia de la condición humana.
¿No es acaso ventajosa la competitividad entre individuos para la mejora personal? ¿No es la fijación de objetivos ambiciosos necesaria para la obtención de unos resultados cada vez más óptimos? La respuesta, indudablemente lleva al sí. Pero, ¿Qué pasa cuando toda actuación requiere de la consecución de un fin? El plano de la acción entendida como movimiento, como energía, como pasión, queda moldeada y convertida en una mera actividad. Ésta se impersonaliza convirtiéndose en una meta hambrienta de éxito.
En el momento que aparece la muerte de la potencia humana (capacidad de acción), todo estímulo de realización y superación personal cede su paso al miedo de la aceptación social. Por tal motivo, si sólo valoramos el éxito estaremos creando individuos y sociedades de fracasados. Y éste miedo precisamente al rechazo que nos supondría el fracaso es el mismo que nos paraliza a la hora de emprender. Nos condiciona, aterroriza y paraliza ante el entorno y la opinión social que nos rodea.
El miedo al fracaso es amplio y abarca diferentes parcelas de nuestra vida: profesional, personal y familiar. Es natural que el hombre sea temeroso, pero si este miedo se acepta, si no se vive en base a expectativas creadas, a experiencias pasadas, a ideas preconcebidas: “siempre se ha hecho de esta manera”, “nunca lo lograrás”, éste desaparece y se vuelve a nuestro favor, se convierte en energía y motivación para seguir reafirmándonos a nosotros mismos. De aquí la importancia de fomentar la cultura del esfuerzo y la competencia en nuestra sociedad. Una sociedad con individuos que aporten una mejora a nuestro colectivo social y humano, pero sin dejar de lado a la persona y su condición. Y donde sus valores intrínsecos han de quedar protegidos, ya que son su bien más preciado.
Creemos sociedades mejores, pero también sociedades de personas mejores.
El éxito es efímero, pero el fracaso puede ser imperecedero. Seamos nosotros mismos, busquemos nuestra paz interior, nuestra salud mental y no pensemos en el que dirán. Creer en uno mismo es el primer paso para que los demás puedan creer en nosotros y podamos conseguir nuestras metas. Es el primer movimiento para combatir y vencer al fracaso. La primera acción hacia el éxito. Nuestro éxito personal, el que vale, el que nos reconforta, el que nos hace mejores, y del que no dependemos de nadie ni podemos renunciar. Porque ese es nuestro éxito. Es el que nos importa y por el que debemos luchar.
Como bien dice el sabio refranero popular: “No hay mayor fracaso que el no haber fracasado”.

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Acerca de Lorente Andía

Reflexiones y análisis sobre el pensamiento humano y nuestra sociedad.
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2 respuestas a Miedo al fracaso

  1. Una vez más, excelente post Antonio. La idea del miedo al fracaso, a la exposición social, a la crítica significa salir a los partidos con el miedo, miedo a perder y a ganar. El miedo al fracaso es un fracaso anunciado. Otra cosa es el miedo al reto, el temor natural que provoca la segregación de adrenalina para actuar. La exposición social causa también miedo, provocado por la inseguridad del individuo. Esto se combate con preparación y con fracasos que nos hacen aprender.

  2. Jorge dijo:

    La confianza en si mismo, en nuestros talentos y dones, competencias y capacidades, enfocándonos en ellos, es el camino seguro hacia el éxito y el escudo protector con el que superaremos las distintas adversidades que enfrentemos.

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