Vivir la vida, no es solo transitar por ella, sino también es ser participe en primera persona, mantener el espíritu vivo y no tener un presente dormido.
Cuando hablamos del presente dormido estamos ante actitudes de apatía y desgana que nos merman el ánimo, y la ilusión queda en un simple recuerdo.
Nuestra seguridad propia, la confianza y los anhelos nos dotan de energía y fuerza frente a las debilidades y tropiezos que tengamos.
La energía de la vida es vivirla con alicientes a perseguir y estímulos que nos hagan creer en nosotros, desarrollarnos como personas y seguir creciendo.
No podemos perder la tenacidad por lo que ansiamos y el interés por las pequeñas cosas que nos hacen felices.
La vida es un caminar constante de secuencias y vivencias (buenas y malas), pero también tiene sus momentos de mejora y esperanza. Aquella que nos ilusiona, nos hace soñar y nos reanima frente a toda adversidad que se nos manifieste.
En el momento que deambulamos por la vida estamos dejando de creer en nuestras ansias y deseos que nos que nos deben de alejar del conformismo y el acomodo personal.
Abandonemos nuestra zona de confort y no nos resignemos a mejorar y enfrentarnos a nuestros miedos y dubitaciones. Es la mejor manera de afrontar la vida desde el pesimismo y la lucha por crecer y avanzar.
Despertar a la vida sin retroceder en todo lo que creemos es evolucionar como personas sin abandonar nuestras convicciones y creencias.
Creemos marcos de esperanza que nos generen el optimismo necesario y la certidumbre ante las dudas y las indecisiones.
Abandonar los anhelos y deseos a conseguir es caer en el abandono personal que nos estanca y paraliza en todas nuestras actividades cotidianas.
Un presente dormido envejece nuestra alma y marchita nuestras ilusiones humanas que nos hacen un poco más felices.
Alejemos nuestras debilidades despertando nuestras fortalezas y avivando nuestro ánimo. Es el momento en que mejor desarrollamos nuestro lado más humano. Aquel que nos hace evolucionar y mejorar sin caer en el derrotismo y la apatía.
No creemos como personas telas opacas que no nos dejen ver la vida en todo su esplendor y transparencia.
Una vida oscura y gris, solo nos aporta infelicidad y tristeza. Nos hace perder la alegría y nos crea estados de pesimismo y desesperanza.
Veamos la vida desde su perspectiva más atractiva y fascinante que nos transporte a la ilusión por vivirla y disfrutarla. Una verdadera vacuna frente al pesimismo que nos dote de esperanza y confianza.
Cuando nos enfrentamos a la vida tal como es estamos venciendo nuestros propios miedos personales que nos paralizan y atormentan. Un verdadero acicate que nos estimula, despierta nuestro interés por lo que nos rodea y nos hace vivir.
Veamos la vida desde la vertiente que nos haga soñar, tener esperanza y nos proporcione seguridad y fe en nosotros mismos.
No seamos actores de la vida sin poder demostrar lo que somos y valemos. Seamos participes en primera persona de nuestras ilusiones, retos y objetivos a lograr.
Vivir, no es solo existir, es ser, encontrarse a uno mismo y crecer en todos los ámbitos que participemos.
Si empezamos a descubrir tal cual somos, sin miedos ni tabús, empezaremos a transitar por la vida sin corsés ni ataduras para crecer y progresar.
Cuando nos distanciemos de nuestras dudas y recelos despertaremos a la vida con su luz y transparencia que brilla y nos aviva lo mejor que tenemos en nuestra alma.
Si buscamos la esencia del ser humano con su vitalidad y energía del ánimo tendremos la vacuna que nos proteja ante un presente dormido y nos haga ser un poco más felices.
Despertemos a la vida y emprendamos la marcha.
Presente dormido
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