No hay fin a alcanzar o resultado a conseguir en cualquier faceta de la vida que hagamos los seres humanos que no busque el éxito. Pero, ¿Qué pasa cuando vemos el éxito no conseguido como un fracaso? Es el resultado o consecuencia en que nos vemos obligados a no fallar al entorno que nos rodea. Todo ello, es consecuencia a la presión de una sociedad que solo ve el éxito como la fortaleza de los ganadores. Una imagen distorsionada de la persona, su valor de esfuerzo, independientemente de los logros que esta pueda conseguir.
El ser humano se encuentra ante una sociedad competitiva de la inmediatez, el resultado positivo y el triunfo personal.
Veamos al ser humano, tal cual, con sus limitaciones y fortalezas. Y no nos dejemos llevar por el envoltorio solo de los ganadores, sino también por aquellos que luchan por un sueño, meta o anhelo a conseguir.
Aprendamos de la vida, de las personas que con su empuje intentan mejorar día a día y desarrollar su mejor interior.
Si solo valoramos el éxito en la vida estaremos creando individuos y sociedades de fracasados. Y este miedo específicamente al rechazo que nos supondría el fracaso es el mismo que nos paraliza a la hora de emprender, nos condiciona, aterroriza ante el entorno y la opinión social que nos rodea.
No hagamos del fracaso un freno por intentar ser mejores y crecer a nivel individual. Al revés, el fracaso ha de ser el acicate de la ilusión para seguir, emprender y luchar por los sueños que tengamos. Aquella ilusión por creer en la vida y en nosotros mismos sin negatividad ni titubeos.
El éxito en la vida no lo es todo. La vida nos trae caminos a explorar que nos ayudan a mejorar y crecer como personas con el resultado de muchos andares y secuencias vividas.
El fracaso también conlleva fortaleza personal por emprender sin saber el resultado de todo lo realizado y el éxito que podamos tener.
El crecimiento personal y nuestro desarrollo interno ya es un éxito en si mismo por descubrir como manera de que no tengamos miedo al que dirán.
Alejemos el pesimismo y el miedo a no creer en nosotros mismos. Ya que si creemos en nosotros, el éxito personal interior será la mejor vacuna frente al fracaso. El mejor baluarte de creencia y fortaleza propia.
Ya que el éxito no lo es todo en la vida, no hagamos de nuestra vida una carrera de obstáculos y trabas que no nos dejen ser como somos. Al final, el éxito es la suma de muchos fracasos. La suma de muchas ilusiones a conseguir y la fortaleza de nuestras convicciones propias.
No perdamos las convicciones que tenemos en todo lo que hagamos, y no perdamos la ilusión en creer, luchar y seguir para poder alcanzar pequeñas victorias personales que nos hagan ser mejores. Ese es el mejor éxito; el que no se habla, pero el que nos reconforta, nos hace ser diferentes, y nos ayuda a no caer en los momentos difíciles que tengamos.
El éxito nunca viene de los demás, el éxito siempre viene de nosotros como guías de nuestro destino y camino a seguir.
Veamos el éxito como una culminación personal, pero sin atormentarnos. Es la mejor manera para que cuando las victorias vengan se puedan saborear mejor con el trabajo bien hecho y el resultado obtenido.
Hagamos de las derrotas una reflexión positiva y un punto de partida para ver que aun hay camino a seguir y camino a mejorar.
No creemos sociedades de fracasados que solo vean al ser humano como algo superficial. Veamos al ser humano desde su vertiente más profunda en el que se le valora su esfuerzo, tesón y lucha. Y en la que no solo se le valora el resultado que obtenga, sino la de sus valores personales. Aquellos que son su mejor éxito y carta de presentación como persona.
Luchemos por lo que creemos con ilusión y fe en nosotros mismos. Es el éxito que nunca fracasa y que nunca nos abandona. Un auténtico binomio de victoria para seguir caminando y emprendiendo.
El éxito no lo es todo
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