Las conductas y comportamientos determinan en los seres humanos la forma de «ser y estar» de su personalidad propia. Aquella parte innata que nos muestra tal como somos. Pero, ¿nos mostramos realmente así? ¿Estamos condicionados por el qué dirán? ¿Nuestros miedos y prejuicios crean una imagen de nuestra persona distorsionada ante los demás? ¿Ser naturales, sin corsés ni ataduras, nos hace crecer interiormente?
Tomando como referencia la frase célebre: «La verdad os hará libres», podemos hacernos la siguiente pregunta: ¿por qué no empezamos a buscar nuestra propia libertad para que nos libere de las ataduras y nos presente ante la gente y el mundo en toda nuestra esencia singular?
Sabiendo que no hay limpieza de la mente sin la llaneza en el trato, ni la sencillez en hacer o decir las cosas. Aquella espontaneidad sana y franca que nos familiariza en nuestro entorno más personal. Donde nuestras actitudes y procederes particulares y relaciones externas tengan una naturaleza intrínseca y consustancial, sin apariencias ni simulaciones, tal cual.
No busquemos modelos engañosos de actuación que nos desfiguren y desvirtúen para hacernos ver mejores ante los demás de una forma irreal y artificial. Empecemos a romper las barreras de las debilidades más recónditas que nos atormentan en nuestros quehaceres corrientes. Todas aquellas que buscan solamente reconocimientos personales efímeros y gratitudes innecesarias, vacías y triviales, cargadas de empobrecimiento anímico y espiritual.
Ya que ser como somos es parte de nosotros, no hagamos de ello una moneda de cambio para no ser lo que somos.
Creemos una imagen real desde nuestro interior personal más intimo. Aquel que es parte de la riqueza y de la miseria humana. Es nuestro ser al descubierto con sus equivocaciones, aciertos, ilusiones y fracasos. La verdad del alma en estado puro. Una viva transmisión de sentimientos y emociones que nos hace mantener firmes en nuestras creencias y principios. Un estado existencial primitivo natural de respuesta ante la vida y el entorno que nos rodea.
Reconozcamos nuestras fortalezas y fragilidades sin miedos, traumas ni engaños para empezar a conocernos un poco mejor desde nuestra naturaleza más recóndita y profunda que nos haga crecer interiormente.
Hagamos un análisis central de reconocimiento propio sin falsos estereotipos que refleje la realidad verdadera de lo que somos.
Las personas valemos lo que valemos, no lo que hacemos ver o entender que podemos valer. Por tal motivo, no gestemos figuras deformes que nos hagan adversarios y prisioneros del miedo y el fracaso personal. Unas visiones que nos aterrorizan, paralizan y no nos dejan crecer a nivel de desarrollo individual y evolución humana.
Hagamos un ejercicio de terapia higiénica mental que nos purifique el alma y la mente. Una actuación vital y necesaria como regeneradora de positivismo y energía. Que haga de palanca y que impulse el ánimo como estímulo fundamental en la capacidad de canalizar y experimentar nuestras emociones y afectos. Un acicate de fuerza e incentivo permanente de voluntad y valor que dé respuesta a nuestras intenciones y deseos. Nuestro espíritu del alma como principio de la actividad humana que nos genere y transmita el esfuerzo necesario a modo de aliento que nos dote de una potencia especial en la aplicación y puesta en marcha de nuestros sentidos. Haciéndonos sentir y razonar desde el mejor estado emocional con una actitud y disposición mental que plasme una existencia verídica tal como somos en la actuación y conducta diaria.
No nos forjemos un carácter y manera de ser irreal que transmita una virtualidad falsa de nosotros ajena a la auténtica realidad de lo que somos. Estaremos creando individuos presos de sus miedos y temores, llenos de desasosiego, desconfianza y recelos. Aquellas condiciones propicias para fomentar una angustia permanente, bloqueo de la mente y escepticismo en nosotros mismos. Una pérdida de esperanza ante la vida, las emociones y los sentimientos que gravite a modo de freno y rémora; inmovilizándonos ante la toma de decisiones como barrera infranqueable que nos conduzcan hacia la infelicidad.
No podemos perder el sentido de la vida. Auténtico estímulo que nos motive para avanzar y crecer en un camino de mejora y perfeccionamiento connatural como seres humanos.
Sin ser como somos, no podemos desarrollarnos y progresar en nuestros principios y valores personales, quedando supeditados a las etiquetas que nos hemos prefabricado y que no forman parte de la realidad de lo que somos. Al revés, debemos ser los verdaderos protagonistas de nuestra vida en primera persona. Sin engañarnos ni creándonos una falsa idea artificiosa que sea demostración sintomática de inseguridad, falta de autoestima y miedo al fracaso. Una patología enfermiza que debemos superar con la vacuna de la confianza, la seguridad emocional y la valoración personal.
Al igual que la vida es maravillosa con sus imperfecciones, el ser humano también es maravilloso con sus limitaciones.
Disfrutemos como seres humanos intentando mejorar y progresar sin desfallecer en el intento. Es nuestra libertad individual y nuestro bien más preciado para poder ser y mostrarnos tal como somos.
Ser como somos
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