En el devenir del tiempo, el ser humano busca respuestas de sí mismo y de lo que le envuelve a su alrededor. Pero, ¿cuántas preguntas no tienen respuesta ante nuestros interrogantes? ¿Por qué necesitamos contestaciones ante nuestras inquietudes? ¿Es la comprensión por medio de la razón algo innato en el ser humano?
El ser humano necesita la paz del saber como un conocimiento de lo desconocido y extraño. Una fuente de información necesaria que serene sus preocupaciones, dilemas y demandas de entendimiento y comprensión ante lo misterioso. Es cuando la inteligencia busca la razón ante lo ignorado. A partir de ahí, a través del pensamiento, buscamos los orígenes de nuestras dudas. Es la reflexión quien da juicio y argumenta nuestras vacilaciones personales y existenciales de la coyuntura ante los hechos que nos afectan y preocupan como individuos de una misma sociedad.
Ante los problemas y las soluciones, al ser humano se le presentan interrogantes y vacilaciones por las determinaciones que le influyen personalmente. Aparecen las incertidumbres y la falta de seguridad y confianza que le afectan en sus estados de acción, actuación y decisión. Es en ese momento en que las dudas se convierten en obstáculos a superar.
Son circunstancias incontroladas que se convierten en titubeos y que pueden afectar en nuestras decisiones personales, profesionales y en nuestras acciones de conducta. Es decir, nuestras creencias íntimas de diferente naturaleza cogen una nueva perspectiva, un nuevo enfoque ante las diferentes alternativas y formas de ver que pueden perturbar y poner en cuestión todas nuestras formulaciones de aceptación personal y esquemas mentales predeterminados que tenemos como sujetos con madurez y criterio.
En esta situación, nuestras pautas de costumbres no pueden tener como adversario nuestros miedos, frustraciones, dudas y debilidades que puedan interferir en nuestro leitmotiv de motivación personal y ejercicio individual. Una razón de ser personal e intransferible que no puede verse condicionada por agentes propios de la incertidumbre que los conviertan en inconvenientes insuperables y que paralicen nuestras formas de ver la realidad de las cosas desde cualquier perspectiva, sentimiento y pensamiento racional.
Creer en uno mismo es el primer paso para que los demás puedan creer en nosotros y en nuestras posibilidades. Es una vacuna necesaria y obligada, un verdadero antídoto y pócima ante el freno que puedan comportar derivadas por las incertezas de lo desconocido, las preguntas sin respuestas, los recelos injustificados o los planteamientos equivocados.
Las vacilaciones comportan y llevan consigo falta de decisiones y cuestionamientos propios que nos merman tanto a nivel personal como anímico. Son desconfianzas particulares que disminuyen nuestras posibilidades de crecimiento y desarrollo. Nos crean temores sin fundamento ni razón especifica justificada y nos llevan a suspicacias e incredulidades que favorecen al bloqueo mental interno.
Ya que las ideas parten de nuestro interior personal y nos transmiten nuestros valores y principios más profundos. Aprovechemos nuestras convicciones alejando de ellas los interrogantes para que no se conviertan en trabas ni cortapisas que provoquen alteraciones de nuestros dogmas de fe, credos e ideales.
Las inquietudes no nos pueden alterar las seguridades y determinaciones de firmeza y garantía de lo que somos y queremos ser.
Cualquier vacilación siempre conlleva una inseguridad, desasosiego y titubeo ante cualquier cuestión o problema manifiesto.
No hagamos de la desconfianza un desconcierto ni preocupación que altere las decisiones que tomemos, sino al contrario, hagamos que se conviertan en opciones y elecciones de iniciativas con medidas de empuje, ímpetu y ánimo frente a las adversidades.
Veamos en el valor y la firmeza las virtudes imprescindibles que impliquen el sosiego y la tranquilidad indispensables ante las dificultades e impedimentos que nos eviten las complicaciones ante posibles barreras.
Afrontemos los problemas sin prejuicios ni recelos. Y encarémoslos con confianza, seguridad y aplomo personal.
Tengamos una decisión de diligencia y empuje natural que proporcione certidumbre verdadera a todo lo que hagamos que nos dote de la garantía sobre nuestra competencia y capacitación personal. Una habilidad, aptitud potencial y talento frente al miedo de los fracasos, reveses y equivocaciones.
El coraje y los valores son la mejor eficacia de capacidad, suficiencias y méritos ante nuestros recelos y preocupaciones.
Hagamos de nuestros proyectos fuentes de empuje y brío que nos aporten la determinación y la seguridad para combatir nuestra fragilidad.
La constancia y la tenacidad son la mejor inmunidad de defensa ante nuestras dudas y el mejor baluarte de solidez, avance y evaluación para no retroceder ante cualquier dificultad.
Busquemos en la determinación firme de nuestras actitudes el mejor parapeto y valor personal frente a los miedos y temores.
Que las dificultades no nos dejen perplejos en nuestro camino de progreso ni se conviertan en ningún impedimento ni hábito.
Superemos las dudas y no las convirtamos en obstáculos insalvables a superar.
Cuando las dudas se convierten en obstáculos a superar
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