Todos sabemos que las sociedades tienen que avanzar, crecer, progresar e ir evolucionando como método de norma en la búsqueda del beneficio y la mejora de ganancia de los individuos que la componen, ya que de lo contrario, estas se convertirían en sociedades erráticas que no creerían en sus potencialidades y capacidades de avance y evolución social al servicio común de la colectividad.
Por ello, la política, que debe estar al servicio y beneficio de la sociedad en su conjunto debe valer y ser idónea también como un instrumento apto y herramienta útil en su mecanismo de articulación y estructura que motive, avive y estimule a los individuos a despertar sus inquietudes y preocupaciones con la aportación de ideas al interés general, que ayuden e impulsen a los políticos en sus decisiones y procederes de comportamiento que llevan a término.
Las ideas e ilusiones no transforman las sociedades, pero las sociedades pueden empezar a cambiar e innovarse a través de nuestras ambiciones y propósitos, mediante nuestras aspiraciones, convicciones, anhelos y deseos de poder tener una sociedad mejor, más justa, solidaria e igualitaria. Una sociedad real y efectiva que aporte valor, ganancia y provecho en beneficio de todos y no como conveniencia y utilidad en los intereses de unos pocos.
El afán y la ambición en los anhelos de cambio, renovación y desarrollo deben ir acompañados de compromisos, valores y principios que conlleven proyectos de crecimiento y progresión, con planes de actuación auténticos y verdaderos, que nos enriquezcan en su generalidad de progreso además de interés como guía de orientación práctica y disposición de capacitación en nuestra conducta y comportamiento de pauta y modelo en la forma de diligencia correcta, para que nuestros semejantes no sientan condicionadas ni limitadas sus libertades individuales ni sus acciones de perfeccionamiento, en su evolución, cambio y mejora como personas humanas.
Cuando la política utiliza y emplea al individuo como forma de perpetuación y mantenimiento interesado a través de su pensamiento y libertad individual empieza la degradación de los cimientos que deben aguantar los pilares en los que se basa y sustenta cualquier sociedad moderna y democrática.
En política, las sociedades siempre se guían y orientan por los individuos, que son los que señalan y determinan los caminos a seguir. Pero, ¿y si el responsable de guiar es un guía miope? Las sociedades deben asegurarse y cerciorarse de quién les va a marcar el camino idóneo y adecuado, de lo contrario están condenadas al fracaso y la frustración.
Esto no quita que los individuos son las únicas personas que tienen derecho a elegir y equivocarse en el destino y expectativas de futuro que desean lograr e intentar no vivir nunca a espaldas a la realidad en la que se encuentran y les envuelve.
Los errores y las equivocaciones siempre se pueden subsanar desde: el entendimiento, la razón y la reflexión, buscando las soluciones, acuerdos y alternativas más adecuadas en función de los hechos y circunstancias que nos preocupan e inquietan, sin perder las convicciones, la confianza ni la esperanza en una sociedad, distinta, diferente y más equitativa en su conjunto. Las personas deben olvidarse más de ellas mismas ejerciendo y actuando más desde la perspectiva circunstancial del prójimo. No sabemos si la realidad se modificará o cambiara, pero por lo menos no será como la de hasta ahora. La sociedad vive el peso y la inquietud de un futuro incierto e inseguro, pero si pensamos demasiado en el futuro, nos puede pasar como hasta ahora, que lo único que tenemos es un presente dormido.
La política como instrumento de transformación social
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