Caminando por la vida con optimismo

Las pequeñas secuencias de la vida son historias personales imprevisibles que marcan nuestra realidad propia (para bien o para mal) con sus pros y sus contras. Es decir, nuestra experiencia ante lo que nos rodea en primera persona. Un testimonio y prueba de la vida como andadura única e intransferible que configura nuestro distintivo y señuelo particular. Aquella que nos emplaza a la toma de decisiones y maneras de enfocar, ver y establecer la conducta a través de nuestro comportamiento en función de las circunstancias que nos afectan y rodean. Una actitud que nos determina el ánimo mediante las emociones, afectos y sentimientos. Verdadera energía física y mental que nos hace avanzar y crecer. Pero, ¿qué pasa cuando la realidad que nos envuelve no la percibimos en positivo y solamente sabemos gestionarla cuando es favorable a nuestro entorno, independientemente de sus circunstancias? Es el momento en que aparecen los miedos internos, el pesimismo y la falta de autoestima. Es la aparición de la resignación en estado puro. Ante ello, hay que vencer las ataduras internas, los corsés y las vacilaciones para que aparezca y renazca el optimismo como figura de liberación personal y camino de crecimiento ante la vida. Es un nuevo enfoque, un cambio de paradigma en el cual nuestro ánimo se debe ver reconvertido en el optimismo. Un cambio y una actitud ante la realidad: nuevo, transformador y diferente. Es un entusiasmo de lucha contra la negatividad y las adversidades en toda su extensión. Una ilusión que nos haga reducir la desesperanza, el entreguismo, las desdichas y el derrotismo ante nosotros mismos; dándoles un giro en positivo. Una exaltación regeneradora frente a la parálisis que nos dote de vivacidad plena y alegría del espíritu. Con un nuevo talante y cambio de actitud que bata al desaliento, la tristeza y el abatimiento personal. Que nos dote de empuje ante los avatares de la vida y sus complejidades intrínsecas. Con la energía física del desarrollo y crecimiento personal (con nuestros problemas, grandezas y miserias). Que busque el aliento que nos reconforte frente a las decisiones del día a día; dotándonos de la voluntad necesaria ante la toma de decisiones con un espíritu de lucha contra la desmoralización, las decepciones y la tristeza de los malos momentos. Es aquel cambio de estructura mental que nos haga renacer en la lucha al derrotismo con el estimulo vital que desprecia el desaliento, el desanimo y la pena que va acompañada de sus tristezas, desgracias y desdichas. Con la confianza de ver la realidad de las cosas desde su perspectiva efectiva más útil que nos aporte seguridad y aplomo en los momentos más adversos. Pero siempre desde la naturalidad y el empuje para enfrentarse a cualquier altibajo de la vida. Donde todos los escollos sean defendidos con el empuje y el aliento ante cualquier tropiezo o disyuntiva que tengamos que enfrentarnos. Sabiendo que la apuesta por el optimismo siempre lleva consigo lo mejor para nuestros intereses. Un optimismo como comportamiento que reafirme las convicciones ante los apuros y los dilemas de la vida como auténtica disposición emocional. Y en que las intenciones y los deseos no sólo queden reducidos al azar, sino también a nuestra visión en la actuación y conducta de cualquier hecho que nos concierna desde su vertiente más favorable. Aquella que nos implica en la mejora continua y el avance personal de crecimiento humano. Con un optimismo de vida que nos haga vencer los miedos internos, la angustia y los sentimientos de desconfianza. Es la mejor forma de enfrentarse a lo desconocido ante aquello que ignoramos y que se convierte en incógnita. Con todos sus enigmas que comportan a veces situaciones incomprensibles, pero que nos hacen madurar y enriquecernos internamente. Es un paso de progreso, evolución y encuentro personal de nuestra intimidad. Una forma de ver la vida no solo desde el lado más oscuro, incierto y pesimista, sino aquel que nos despeja las sombras para cambiar nuestro propio mundo. En el que el presente no quede solo relegado a una pesadumbre, aflicción o tristeza (somos dueños y libres de elegir el camino en que guiarnos). Por tal motivo, no hagamos de caminos con tropiezos caídas que nos hagan no poder levantarnos. Al revés, sigamos luchando con brega y firmeza por lo que creemos, ansiamos y deseamos. Es nuestro optimismo, la mejor motivación ante el desencanto y las dificultades para ver la luz en la oscuridad y la alegría frente al desconsuelo que suframos. Un camino de posibilidades y oportunidades de la vida para no renunciar a ella y seguir creyendo en nosotros mismos con ilusión y esperanza. Es la personificación del optimismo en primera persona. Aprovechémoslo y vayamos en su encuentro.

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Acerca de Lorente Andía

Reflexiones y análisis sobre el pensamiento humano y nuestra sociedad.
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