Planteemos la desafección entre política y sociedad.
Siempre hemos creído que la primera servía como herramienta para transformar las sociedades, pero día tras día vemos que los intereses partidistas priman sobre los intereses sociales.
La crisis de la clase política está acentuada en sus diferentes vertientes: una casta cerrada que la ha utilizado en beneficio propio y no del conjunto. Un falso estoicismo donde la corrupción política y la falta de respuestas han desembocado en la deshumanización, provocando el auge de la ley del mínimo esfuerzo para conseguir el éxito, de la divagación, del individualismo.
Ya no solamente hacemos referencia a una crisis económica, sino a una crisis social, donde después de los tiempos donde la especulación ha marcado nuestro modelo de vida, nos exponemos a una reflexión acerca del papel que debemos jugar, sin un referente que nos lleve a la esencia que marque el camino de una sociedad que ha de buscar la solidaridad y que nos ha llevado al sitio en el que nos encontramos ahora: el vacío. Vacío moral y vacío existencial.
Sólo desde la suma de esfuerzos colectivos, desde un nuevo funcionamiento de los partidos, desde la renovación y la participación en política de los ciudadanos y desde un acercamiento de esta a la sociedad, podremos, entre todos, buscar soluciones ante las dificultades que se nos plantean.
Sin ética ni valores no podremos progresar, ni como personas, ni como colectivo.
El trabajo es de todos, la responsabilidad, también.
Tenemos una larga andadura, pero es necesaria para poder conseguir la igualdad y hacer una sociedad de todos y para todos, del pueblo y para el pueblo, donde ganar libertad individual sea el principal objetivo.
De todos depende, y ese es nuestro reto.
Política y sociedad
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