Los pactos ante la corrupción política, aparte de medidas de control: financiación de partidos, fundaciones y tipificación de delitos, deben ir acompañadas de actitudes, valores y comportamientos ejemplarizantes.
La consecución del éxito en las estrategias de marketing en las empresas deben ir ligadas a la visión global de estas, su conocimiento y el funcionamiento interno de sus diferentes departamentos.
Si los políticos desde sus despachos de poder vieran la realidad social desde la perspectiva humana y no desde su visión política, los ciudadanos no tendrían la desafección actual con la clase política.
El marketing político utilizado como herramienta de venta e imagen de un país en crisis, no debería centrarse únicamente en la regularización de su economía y en la implementación de medidas de recorte sino también ha de hacer hincapié en la fortaleza de su capital humano.
En política, las crisis económicas siempre las tienen que pagar los más desfavorecidos, ya que antes la juerga ha sido disfrutada por los más oportunistas.
Si los equipos de venta son la imagen de una empresa ante sus potenciales clientes, la inversión en la profesionalización de los departamentos comerciales deben ser su certificado de calidad.
Ya que falta talento en la clase política y sobra mediocridad, por lo menos que usen el sentido común en su gestión pública.
Desde los medios de comunicación y concretamente desde diferentes programas de televisión vemos como se explotan las miserias humanas y sus desgracias. Aprovecharse de estas situaciones y la influencia que ejercen sobre la conducta de muchas personas demuestran una falta de ética y una banalización de los comportamientos humanos que contribuyen a la decadencia aún mayor de nuestra sociedad.
Los líderes de las empresas deben aprovechar al máximo los potenciales de sus equipos humanos como estímulo al desarrollo de sus habilidades y competencias frente a los retos y objetivos de resultados. Unida a la calidad laboral que marca y determina a las empresas en su diferenciación ante los competidores en el mercado.
Cuando la política es esclava de la economía y los mercados financieros, los derechos de los ciudadanos siempre se ven resentidos.
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